miércoles, 18 de enero de 2017

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 República Bolivariana De Venezuela
Ministerio Del Poder Popular Para La Educación.
Liceo Bolivariano "BATALLA DE LOS HORCONES"
Barquisimeto, Edo-LARA.




MANIFESTACIONES NARRATIVAS




INTEGRANTES:
* LUSMERY SILVA
*ALISBETH ALVAREZ
*DEIVIMAR LEAL
Año y Sección: 5to “C”
                                                                                                          *Profesora: YESIKA CASTRO. 
                                                         Novela Picaresca

 Es un género literario narrativo en prosa muy característico de la literatura española, aunque trascendió a la europea en general. Surgió en los años de transición entre el Renacimiento y el Barroco, durante el llamado Siglo de Oro de las letras españolas.
                          Rasgos generales de la novela picaresca.
                            
En 1554 y en varios sitios a la vez, se publicó un breve libro que estaba destinado a revolucionar todo el arte de la novelística europea y con el que podemos afirmar rotundamente que nace para el hombre occidental la novela moderna. Ese libro se llamó Vida de Lázaro de Tormes, de sus fortunas y adversidades. Apareció en Burgos, Amberes y Alcalá de Henares, lo que ha planteado graves problemas bibliográficos, ya que se piensa (hipotéticamente, puesto que nadie la ha alcanzado a ver) que existió una edición anterior, de 1553, de la que procederían estas tres simultáneas. Ese libro, corto, matizado de una serie de audacias hasta entonces desconocidas del mundo literario, es la primera novela picaresca, nombre con que se viene designando, tradicionalmente, una determinada peculiaridad artística, considerada, a la vez, como muy representativa de la literatura y el espíritu españoles.
Efectivamente, con el Lazarillo nace una nueva actitud frente al arte. Es un libro nuevo en lo que se refiere a su estructura y a su forma externa, pero aún lo es más por lo que atañe al espíritu que lo informa. Situado dentro de una corriente que podríamos llamar general, usada por todos los países (el motivo artístico basado en el desheredado, el vagabundo, el hampón), solamente   —8→   en España alcanza un desarrollo literario universal, lejos de la anécdota. En todas partes ese motivo se queda en la corteza, como risa o burla. En España, penetra en el hondón de la realidad vital, y se convierte en una resonancia humana de la más depurada calidad. Intentemos poco a poco ir poniendo orden en esa masa literaria.
La novela picaresca tiene como personaje central al pícaro. El primer problema que nos asalta es la historia y etimología de la palabra pícaro, que, por cierto, ha resistido muy tozudamente a todos los intentos de aclaración. La voz ha aparecido por vez primera en textos de hacia 1541 y 1547. La interpretación más antigua la pone en relación con el latín pica, según la cual la palabra pícaro tendría el sentido de «miserable», ya que los romanos sujetaban a sus prisioneros atándolos, para ser vendidos como esclavos, a una pica o lanza clavada en el suelo. Se ha pensado también en la raíz pic, de picus, con el valor de «picar», donde la palabra adquiere el significado de «abrirse algo el camino a golpes, con esfuerzo», y desde ahí evolucionaría a indicar «el mendigo, el ladrón, el desharrapado». Y no está nada lejos el relacionarla con otras diversas acepciones de picar, bien sea por los pícaros de cocina, que picaban la carne o los aderezos oportunos (algo como hoy los pinches), o bien trabajaban sin sueldo ni tarea fijos en las cocinas y picaban para sustentarse en las comidas. Existen, sin embargo, testimonios anteriores que reflejan cumplidamente que el pícaro se ocupa en otros quehaceres diversos, y no exclusivamente en la cocina. Ya Covarrubias aventura que pícaro podía ponerse en relación con Picardía, ya que de allá emigraban muchos que siempre fueron gentes pobres. La pícara Justina, en efecto, habla de un sastre de aquella tierra que reunió una fortunita pordioseando   —9→   en las romerías y en fingidas peregrinaciones a Compostela. También de los soldados desertores se dijo que vestían a lo picard, es decir: en el colmo del andrajo y la suciedad. Hay también quien ha propuesto relacionar pícaro con bigardo, begardo, «vago, vicioso». La antigua acentuación picáro parece apoyar este origen, pero, de todos modos, las explicaciones propuestas dejan muchas dificultades por resolver. Lo cierto es que pícaro se llamó al héroe de este tipo de novelas, e incluso, como veremos luego más despacio, el personaje central de alguna de ellas, Guzmán de Alfarache, fue llamado el Pícaro por antonomasia, exclusivizándose y eliminando todo otro posible título: en los registros de libros que iban a América, El Pícaro designa siempre la obra de Mateo Alemán, a pesar de que la palabra no figuró en el título de la primera edición. Tampoco en el Lazarillo sale la voz ni una sola vez.
Claro está que dentro de un género literario que dura largo tiempo en fértil producción, el tipo ha de evolucionar. El pícaro inicial, el que nos refleja el Lazarillo, es en el fondo una buena persona. Es un muchacho de buen corazón, sin experiencia, al que la realidad circundante zarandea de mala manera y le hace sumirse en escepticismos y en fullerías. Sistemáticamente, la vida le puntea asechanzas de las que apenas sabe cómo zafarse, y acaba entregándose sin remedio y sin pena al medio que le exige defenderse y engañar. Pero no es un delincuente profesional, sino que le sobran cordura y viveza y le falta ambición. Cuando sus trampas acaban por ser desenvueltas en fracasos, llegan las palizas, los golpes, los ayunos, algún encarcelamiento. La resignación y la astucia afilándose son los únicos asideros que sobrenadan en su comportamiento. En cambio, el pícaro del   —10→   XVII, ya avanzada y madura la novela, e incluso desintegrándose, parará en galeras, en la clara situación de una sociedad que necesita defenderse de él. Pero lo que no existirá nunca en toda la trayectoria de la novela es un solo pícaro necio o estúpido, ni tampoco desesperado de su suerte. Detrás de todo, por amargo que resulte, queda siempre flotando una vaga luz de esperanza, de volver a empezar, aliento de vida que no se resigna a caer en un silencio definitivo.

                                                        La picaresca y la realidad

Lo picaresco se convierte en una forma de vida. Ya desde la cuna se condiciona el vivir por unos cauces que, siendo diferentes en cada personaje, están, sin embargo, alejados de lo que podríamos llamar ortodoxo en la contextura social de la España de los Siglos de Oro. Se trata de una vida vulgar, en la que no vamos a encontrar los arranques de heroísmo o de santidad a que la circunstancia histórica nos tiene acostumbrados, una vida casi alucinada, al borde del cotidiano portento. No; el pícaro se mueve en los medios menos literarios. Su genealogía no es, ni mucho menos, escogida, y sus procederes no revelan el ascetismo ni la profunda meditación. Lázaro es hijo de un molinero oscuro, y su madre se amanceba al quedar viuda; Guzmán es fruto de unos amores no muy limpios, y Pablos anda adoctrinado por una ascendencia en la que hay delincuentes, e incluso un verdugo. Una vez pasado este aprendizaje de los primeros años, el pícaro abandona a los suyos y se entrega a un vagabundaje por las tierras más cercanas, y más adelante por otras ya apartadas, lo que le sirve para exhibir ante nosotros el desfile alucinante de las clases sociales,   —11→   de tipos diversos y encontrados, soldados, clérigos, hampones, alguaciles, gentes con oficio y sin él, etc. El pícaro, sirviendo a diversos amos, yendo de uno a otro como rebotándose, va aprendiendo la realidad hostil de la vida, oculta por los vestidos lujosos, las apariencias, los procederes encubiertos: el juez que se vende al juzgar, el médico ignorante, el pedantuelo sabihondo, el clérigo vicioso, la nobleza envilecida. Los años se van sucediendo, el pícaro crece en edad y experiencia y resentimiento, y desconfía de todo y de todos en perpetua defensiva. «Todos vivimos en asechanza los unos de los otros», dirá Guzmán muy significativamente. Para el pícaro no existe la vida afectiva: ni amor, ni compasión ni cosa parecida. Sólo verá en las mujeres el anzuelo para explotar los vicios y la engañifa, y cuando se encara con un alma virtuosa no podrá más que asombrarse, llegar al borde del pasmo, pero no se le planteará la necesidad de una imitación, de aprovechar ese ejemplo.
Ahora bien, interesa destacar que eso, todo eso, no debe ser tomado al pie de la letra como documento histórico fehaciente, indiscutible y oportuno para explicar todo lo que sea necesario. Llevamos ya mucho tiempo leyendo en manuales, libros, prólogos, etc., y oyendo incansablemente repetido en la fácil oratoria circunstancial, que la novela picaresca (en complicidad con el tan socorrido realismo español) representa la realidad de una España concreta, que se movió sobre la tierra en el tiempo en que las novelas que nos ocupan fueron escritas. No, no es verdad, o no es, por lo menos, la verdad escueta y firme. Aviados estaríamos los españoles si nuestra realidad hubiera sido exclusivamente lo que refleja El Buscón, lo menos real que se puede pensar. No, en todas partes hubo de lo que en las novelas picarescas   —12→   se nos aparece. Algunos libros, emparentados con el clima picaresco, revelan una clara visión de las cosas concretas. Tal ocurre, por ejemplo, con la Relación de la Cárcel de Sevilla, de CRISTÓBAL DE CHAVES (1597), o El Viaje entretenido, de AGUSTÍN DE ROJAS VILLANDRANDO (1603). La legislación del tiempo revela la preocupación de las autoridades por la represión de la truhanería y la mendicidad desorbitadas. No, la novela picaresca no es eso; se ha venido olvidando demasiado frecuentemente que la novela picaresca es ante todo novela, es decir: recreación artística, voluntaria selección y parcelación de una realidad. El motivo por el que fue escogido su contenido quizá pueda verse sin más en la predilección por un mundo que no fuese el encendidamente libresco de las creaciones literarias tradicionales. Ahí está el gran hallazgo del Lazarillo. La vida no era sólo el portento, el milagro, la relación directa y casi familiar con la divinidad, ni el heroísmo sin barreras ni frenos. La vida comparte eso -¡y quizás en la escala más reducida!-, pero es, además, la rutina monótona de cada día, las dificultades de todos los momentos y los acaeceres, y la inesquivable incomodidad de la ciudad donde se habita y de las gentes que tratamos, con sus aristas y sus manías. Eso es lo que descubre el Lazarillo: vivir desde dentro, pero compartiendo la permanente influencia de otras vidas sobre las nuestras. Y en las otras vidas no son precisamente ni los santos ni los héroes lo que más abunda. Llevar este descubrimiento por una ruta de permanente exageración y de una aguzada acomodación artística fue el largo camino seguido por las sucesivas novelas picarescas, cada vez más encerradas en lo externo, el delito, la aventura, los viajes sin fin, o las preocupaciones moralistas.   —13→   Pero todo salió del paso genial que el anónimo autor del Lazarillo dio, de cara al porvenir por vez primera en el mundo occidental, en 1554. Y su resultado es la poca estimación de la vida, algo triste, opaco y monótono, que se perfila con tintes sombríos, y que, al asociarse con las desilusiones políticas, lleva de la mano a la literatura desengañada del siglo XVII, a la literatura de Calderón y de Gracián. Lo que comenzó siendo una franca sonrisa abierta y generosa, a pleno sol, en el Lazarillo, va transformándose en el agrio y enconado Guzmán (1599) y llega a la caricatura cruel del Buscón (1626). En el trasfondo, el mismo aliento empuja al místico y al pícaro: el no estimar la vida terrena. Al místico, la suprema esperanza de la otra vida le permite ir pasando ésta, seguro del puerto final. El pícaro se dedica con el mayor entusiasmo a pasar ésta lo mejor que pueda, reverso de la medalla corriente. Es decir: detrás de la cruz anda el diablo.
Han sido varios los intentos de clasificación de las novelas picarescas. Debemos ver en ellos laudables intentos pedagógicos, pero como el 
ángulo de observación de la crítica varía con el tiempo y las estimaciones, esas clasificaciones están destinadas a ser inevitablemente caducas. Para algunos habrían de juntarse las primerizas (Lázaro, Guzmán, Justina) con el muy rezagado Estebanillo González, basándose en que en ellas el personaje anda todavía un poco a la deriva, objeto de su propia fortuna. Y dejaban para otro lugar las restantes (con algunas salvedades) porque en ellas el personaje obra con indudable autonomía y decisión propia. La clasificación   —14→   peca de confundir el carácter del héroe con la arquitectura artística. El héroe de las primeras novelas está sujeto a su noluntad, gran rasgo del pícaro. Ése es el carácter que lo define y que lo diferencia en contraste con todos los demás héroes literarios, tanto españoles como europeos.

                                 Clasificación de las novelas picarescas

Otras veces la clasificación se ha hecho según el mayor o menor uso de los elementos moralizadores del libro. También se trata de una clasificación apoyada en la sobrevaloración de uno de los componentes constantes de las novelas. La manía moralizadora, el sentimiento ético, real en el autor o exigido por las circunstancias en que esos libros aparecieron, pueden darnos un índice claro sobre la personalidad y la decisión vital del escritor, pero nunca un elemento externo a las novelas que nos pueda servir para clasificarlas, para parcelarlas a nuestro antojo. No vale la pena, pues, intentar clasificaciones. Lo más claro y más eficaz es perseguir esas novelas desde su aparición, viendo qué aportan y qué tienen de sujeción al canon establecido por el Lazarillo1 y en qué medida se apartan de él, matizándolo, perfeccionándolo o dándole una dimensión distinta. Hay una evolución fácilmente perceptible desde el Lazarillo a todas las demás, hasta la disgregación final de los elementos   —15→   picarescos, disgregación en la que la arquitectura de la novela establece contacto con otro tipo de narraciones (cortesanas, de aventuras, etc.), para dejar paso a la vitalidad por sí sola de los elementos picarescos, que podemos volver a encontrar en las circunstancias más inesperadas.
A partir del Lazarillo, las novelas picarescas adoptan una forma consagrada. Esa forma es la autobiográfica con muy pocas excepciones. El personaje habla en primera persona y narra su ascendencia, su educación, sus primeros pasos, el fluir de su vida, condicionada constantemente por el medio hostil. Todo va siendo, en el devenir de la novela, adjetivo y lateral. Lo único que le da consistencia es la circunstancia del héroe, de ser vivido todo por el mismo personaje. Las cosas y los acaeceres no tienen concatenación alguna, son puros azares, como la vida, lo menos sujeto a una ley previa. Esto condiciona también la estructura del libro, que, naturalmente, no tiene tampoco esquemas preconcebidos. Muchos capítulos podrían quizá ser suprimidos sin que la economía total sufriera. Pero de todos los episodios se desprende una evidente actitud moralizadora. El estoicismo con que soporta todos los reveses (inevitables, frecuentes reveses) y la fría autocrítica con que prepara y valora sus andanzas demuestran que el tan socorrido «senequismo» de la vida española informa al pícaro muy cumplidamente. Esa ética deducida (el autor no tiene interés en exponerla concienzudamente) se apoya en la experiencia larga (suele hablar ya viejo), cuando el personaje se ve de vuelta de las cosas y las gentes. Como digo, se trata de una filosofía de tipo practicista, que no se expone cuidadosa ni detalladamente, sino que se desprende de la actitud general ante los hechos. Sin embargo,   —16→   en algunas ocasiones, el autor se ve en la necesidad de desarrollar razonamientos para justificar esta actitud, y llega a verdaderas disertaciones sobre casuística moral. Pretende usar de lo picaresco como un truco que le valga para ampliar su lección de moral, su ladera pedagógica. Así ocurre, por ejemplo, en el Guzmán, en el Marcos de Obregón, etc. Algún crítico, como M. HERRERO GARCÍA, buen conocedor de la picaresca, ha hecho ver cómo existe un parentesco entre la escapada moralizante de la picaresca y la textura del sermonario clásico. Según este crítico, la novela picaresca «es un sermón con alteración de proporciones de los elementos que entran en combinación». De todos modos, y aun considerando lo agudo de esta observación, la tendencia a explayarse moralizando lleva a la descomposición de la novela picaresca. Las digresiones se hacen largas, tediosas, y, aun sin perder el hilo, son fácilmente separables. En algunos casos, ya los editores del siglo XIX (en la Biblioteca de Autores Españoles, por ejemplo) al Guzmán de Alfarache le ponían las digresiones moralizantes entre corchetes, invitando al lector a pasar por alto los trozos comprendidos entre ellos. Tanto uno como otro criterio nos parecen hoy equivocados. La obra de arte es una criatura íntegra, que no puede ser mutilada a gusto de anónimo lector o editor. Hay que aceptarla como es, en su integridad, y explicarse cada uno de sus ángulos desde la totalidad armónica del conjunto.
Estas digresiones, en escritores de primera fila, alcanzan una calidad indiscutible. Pero llevan en sí un germen de ruina o decadencia. Pierden, en manos de escritores secundarios, todo aliento generoso y artístico, para   —17→   convertirse en machaconería impertinente, en especioso sentido común, sin sentido definido ni forma concreta.
Como ya hemos dicho más atrás, el género sufre una evolución a lo largo de su vida. Uno de los aspectos donde más claramente se percibe esta evolución es el moverse del personaje. El pícaro es un vagabundo, un hombre que se lanza al sol y al aire de los caminos, dispuesto a buscarse en las revueltas de los mismos la contingencia que lo sostenga sobre esta tierra de Dios. Este vagabundaje ya comienza en el Lazarillo: el héroe sale de su Salamanca natal para buscar fortuna en las ciudades de Castilla: Toledo, Maqueda, Escalona, Illescas. Las novelas subsiguientes van ensanchando el horizonte de ese vagabundaje, y así Guzmán nos lleva a gran parte de Italia. El Buscón recorre varias ciudades españolas. Marcos de Obregón añade a la Península, Italia y el cautiverio argelino. El horizonte se va ensanchando, con notoria reducción del paisaje espiritual del héroe. Lo que ganamos en geografía lo perdemos en mirada atenta y hacia adentro. Estebanillo González nos lleva por Flandes, Alemania, Polonia, Francia e Italia. Esto produce un claro dominio de lo narrativo, acercando la picaresca al borde de la novela de aventuras, con la que tiene estrechas concomitancias. Cuando lo descriptivo domine, nos daremos de manos a boca con un costumbrismo sin acción ni personajes vivos. Tal es el arte de Zabaleta, de Francisco Santos, de Liñán, hecho de cuadros aislados, exagerando la semilla episódica de toda novela picaresca. En líneas generales se puede decir que la picaresca sufre un proceso de desintegración, fácilmente perseguible, y a través del que sobrenadan aquí y allá los vivos rasgos del personaje ya desligado de su   —18→   esquema literario. Esta desintegración se ve crecer ya en los buenos escritores del siglo XVII. Marcos de Obregón no puede considerarse como un pícaro a la manera de Lázaro o del Buscón: es un buen viejo de gesto amable y simpático que casi escribe un libro de memorias. Marcos se queda siempre a la orilla del vivir y nos lo cuenta con un gesto de experiente suficiencia. El estudiante de El diablo cojuelo también contempla desde lejos la bribonería del mundo, sin ser partícipe de sus trampas. Por último, La garduña de Sevilla, ya una clara delincuente, no participa de la actitud de general defensiva en que el pícara vive: pasa a la iniciativa y al ataque, lo que la diferencia muy nítidamente de sus ilustres antepasados.
Dentro de esta evolución general de la novela picaresca, queda por señalar un apartado o variante más: es su entretejerse con la novela corta de ascendencia italiana, novela adaptada completamente a España por Cervantes. Rinconete y Cortadillo refleja el primer contacto entre esas dos vertientes. Con el inmenso cariño y la delicada ternura sobria de su autor, asistimos a una novela de pícaros, que se encuentra a enorme lejanía de la novela tradicional picaresca. El patio de Monipodio está envuelto en un halo de gracia y de frescura, de sin igual simpatía, halo que convierte a la novelita en un excelente cuadro de la realidad, sin acritudes ni amarguras, ni pesimismo. La corriente vuelve a aparecer, fructífera, en algunas novelas de Salas Barbadillo (El sagaz Estacio, marido examinado, El caballero puntual) y constituye el fondo más abundante en la producción de Castillo Solórzano. En esta ladera, la luz espléndida de Rinconete ilumina con nítidos perfiles toda una corriente   —19→   de literatura española, que se caracteriza por su lozanía, su anchura de gesto y su amplia humanidad.

                                                 La Novela El diablo cojuelo

Para terminar esta revisión de las grandes novelas picarescas, falta recordar la obra de LUIS VÉLEZ DE GUEVARA, El diablo cojuelo. Su autor, natural de Écija (1579-1644), debió su nombradía especialmente a sus obras dramáticas, arte en el que, dentro de la escuela de Lope de Vega, alcanzó evidente gracia y maestría. En 1641 publicó por vez primera El diablo cojuelo, con el subtítulo Verdades soñadas y novelas de la otra vida traducidas a ésta. Este subtítulo nos trae al pensamiento el arte de Quevedo, del que está bastante cerca, aunque sin la amargura crítica del Buscón. La sátira de Vélez no tiene la aguda incisión de los que hemos   —57→   venido recordando, sino que se limita a divertirse a costa de la necedad humana. Es una literatura que ya está henchida de desengaño.
Su argumento es bien sencillo y ameno. Un estudiante, don Cleofás Pérez Zambullo, huye de la justicia por los tejados. Cae en la buhardilla de un nigromante que tiene encerrado en una redoma al diablillo cojuelo. El estudiante lo libera, y el diablo, agradecido, le enseña el contrahaz de la vida, llevándolo por los aires de un sitio a otro, y levantando los tejados como capas de un pastel para ver lo que ocultan. Así se pasa revista a pícaros, maleantes, comerciantes, etc. La novela termina yéndose cada uno a su sitio. El diablo al infierno, y el estudiante a continuar sus estudios a Alcalá.
El arte de Vélez está a caballo entre Quevedo y Góngora. Su prosa abunda en difíciles juegos de palabras, y revela una gran experiencia y sabiduría de escritor, aparte una excepcional gracia para observar el lado ridículo de las cosas y las gentes. No moraliza nunca, lo que hace que su libro sea hoy de los de más fácil y agradable lectura. Los personajes gesticulan ante nosotros, exagerando sus flaquezas, sin perdernos en las lentas digresiones morales que hemos venido viendo hasta ahora.
El diablo cojuelo tuvo también su popularidad. Lesage, tan conocedor de la literatura española, hizo una imitación, en ocasiones traducción, a la que tituló Diable boiteux (1707). La obra del francés se resiente de la falsedad que le da el no tener en su raíz los abundantes motivos folklóricos usados por Vélez, y de un estilo excesivamente analítico. Sin embargo, supo ensanchar la base española y hacer desfilar, «a la picaresca», multitud de tipos franceses.

                                                       Novela Caballeria

Es un género literario en prosa, de gran éxito y popularidad en España, y en menor grado en Portugal, Francia y la península Itálica en el siglo XVI. Se escriben desde fines del siglo XV hasta 1602 y empiezan a perder su popularidad después de 1550. Estas novelas narraban las hazañas o proezas de un caballero. El último libro original castellano, Policisne de Boecia, se publicó en 1602 y la última reedición en castellano anterior al siglo XIX fue las tercera y cuarta partes del Espejo de príncipes y caballeros, publicadas juntas en Zaragoza en 1603.

Aunque algunos confunden novela caballeresca y libro de caballerías, existe una diferencia esencial entre los dos géneros: la novela caballeresca, remite a un mundo posible, y a veces real, cuando se trata de biografías de caballeros que pertenecen a la historia. Por el contrario, los libros de caballerías están repletos de gigantes, dragones, magos y brujas, ungüentos y otras inverosimilitudes fantásticas.
No parece correcto considerar «novela caballeresca» como sinónimo de «libro de caballerías», como consta, se trata de dos géneros muy diferentes.

                Diferencias entre libros de caballerías y novelas caballerescas

A lo largo de la Edad media, se produjeron múltiples transformaciones sociales, la nobleza deja de ser una clase social bárbara, cuya mentalidad se centra solo en la guerra y la conquista, para convertirse en una aristocracia refinada, con ideales tales como la heroicidad y el amor. Esta transformación social se reflejó en la evolución literaria que se originó en este periodo y que dio lugar al origen de la novela. De la tradición narrativa basada en la inspiración artúrica surgen los libros de caballerías que tuvieron una gran acogida hasta el siglo XII, y de ellos posteriormente se evolucionó hacia la novela caballeresca que surgió a mediados del s. XV, con sus propias características literarias, por tanto no podemos confundir los libros de caballerías con la novela caballeresca. Este artículo pretende poner de manifiesto las diferencias entre ambos estilos, reflejando las particularidades típicas de cada uno de ellos.
De los libros de caballerías podemos extraer las siguientes características.

Estos libros narran las hazañas fantásticas e increíbles de un caballero, como personaje principal, considerado un héroe, cuyo origen viene de un nacimiento épico y extraordinario, las cualidades de este personaje son inverosímiles y fantásticas, tales como una fuerza sobrenatural, el don de la magia, es mitificado como un personaje omnipotente e invencible. Los libros de caballerías sitúan la historia en lugares lejanos y exóticos, recreando escenarios fantásticos y en un tiempo no contemporáneo, sino en épocas lejanas e incluso míticas. En el trasfondo de las historias de caballeros aparecen seres irreales con los cuales debe luchar, tales como dragones, serpientes gigantes, brujas y gigantes, de los cuales siempre sale victorioso. Y en sus aventuras suelen aparecer personajes secundarios, los cuales ofrecen su ayuda tales como enanos, o magos… Resultan libros muy extensos llenos de aventuras fantásticas, en las cuales siempre se abren nuevos caminos para que el héroe salga victorioso de toda gesta. Amadís de Gaula, es un referente en este tipo de libros de caballerías.

                                                  Características

º-Ficciones de primer grado:
Los hechos tienen más relevancia que los personajes, quienes suelen ser arquetípicos y planos. Además son constantemente traídos y llevados por la acción, sin que ésta los cambie o los transforme y sin que importe demasiado su psicología.

º-Estructura abierta:
Inacabables aventuras, infinitas continuaciones posibles; la necesidad de hipérbole o exageración, la «amplificación» (cada generación tiene que superar las hazañas, hechos de armas o fama de su padre). Los héroes no mueren, siempre existe un camino abierto para nueva salida. Total falta de verosimilitud geográfica, lógica. Libros larguísimos, de aventuras entrelazadas.

º-Búsqueda de honra, valor, aventura a través de diferentes pruebas:
Es una estructura episódica donde el héroe pasa por distintas pruebas (como, por ejemplo, el paso del "Arco de los fieles amadores" en el Amadís) para merecer a su dama, desencantar a un palacio, o conseguir alguna honra reservada para el mejor caballero de su tiempo. Casi siempre la motivación principal del caballero es la fama y el amor.

º-Idealización del amor del caballero por su dama:
Amor cortesano, servicio de la dama, idolatría masoquista; relaciones sexuales fuera del matrimonio con hijos ilegítimos, pero siempre terminan por casarse.

º-Violencia glorificada:
Valor personal ganado por hechos de armas; combate individual para conseguir la fama; el valor superior implica moralidad superior, excepto jayanes (soberbios); torneos, ordalías, duelos, batallas con monstruos y gigantes. Como contrapunto, masoquismo amoroso.

Las novelas de caballerías:

Un rasgo bastante común en estas obras es que el autor afirma que el texto procede de un manuscrito que él ha encontrado; de ahí la parodia que realiza Cervantes al respecto en el Quijote, cuando alude a que el texto lo ha sacado de una traducción que un morisco hizo de un texto de un historiador llamado Cide Hamete Benengeli La primera novela importante es Libro del caballero Zifar, compuesto hacia 1300, que utiliza la técnica del sermón: cada personaje o situación es un ejemplo y figura de realidades espirituales. Con el Amadís de Gaula, cuya versión original de principios del siglo XIV está perdida casi por completo y que se conoce por la refundición que a finales del siglo XV realizó Garci Rodríguez de Montalvo, el género comienza a fijarse, gracias a la calidad del texto. Durante el siglo XVI hubo abundantes imitaciones y continuadores del Amadís, cuyo resultado más interesante puede que sea Amadis de Grecia (1530) de Feliciano Silva. Llegaron a realizarse casi veinticinco libros tanto en España como en Europa hasta bien entrado el siglo XVI. Otro ciclo importante fue la serie de Palmerín, que se inició con Palmerín de Oliva (1511) del que se realizaron once impresiones hasta 1580, y uno de los mejores libros de la serie fue Palmerín de Inglaterra (1547-1548) escrito en portugués por Francisco de Morais. Tirant lo Blanc, de Joanot Martorell, es otro ejemplo en lengua catalana, publicado en 1490, y, según Miguel de Cervantes, “es el mejor libro del mundo”.
                                               Las novelas de caballerías

Un rasgo bastante común en estas obras es que el autor afirma que el texto procede de un manuscrito que él ha encontrado; de ahí la parodia que realiza Cervantes al respecto en el Quijote, cuando alude a que el texto lo ha sacado de una traducción que un morisco hizo de un texto de un historiador llamado Cide Hamete Benengeli La primera novela importante es Libro del caballero Zifar, compuesto hacia 1300, que utiliza la técnica del sermón: cada personaje o situación es un ejemplo y figura de realidades espirituales. Con el Amadís de Gaula, cuya versión original de principios del siglo XIV está perdida casi por completo y que se conoce por la refundición que a finales del siglo XV realizó Garci Rodríguez de Montalvo, el género comienza a fijarse, gracias a la calidad del texto. Durante el siglo XVI hubo abundantes imitaciones y continuadores del Amadís, cuyo resultado más interesante puede que sea Amadis de Grecia (1530) de Feliciano Silva. Llegaron a realizarse casi veinticinco libros tanto en España como en Europa hasta bien entrado el siglo XVI. Otro ciclo importante fue la serie de Palmerín, que se inició con Palmerín de Oliva (1511) del que se realizaron once impresiones hasta 1580, y uno de los mejores libros de la serie fue Palmerín de Inglaterra (1547-1548) escrito en portugués por Francisco de Morais. Tirant lo Blanc, de Joanot Martorell, es otro ejemplo en lengua catalana, publicado en 1490, y, según Miguel de Cervantes, “es el mejor libro del mundo”.

                                                           Ejemplos
*Gran conquista de ultramar (1291-1295).

*Tirant lo Blanc (en catalán: 1490; en castellano: 1511).

                                                 
                                                     NOVELA BIZANTINA
La novela bizantina, o libros de aventuras peregrinas, es un género literario narrativo en prosa que se desarrolla en España durante los siglos XVI y XVII a imitación de los autores helenísticos de la novela griega, en especial, Heliodoro de Émesa.

                                                LITERATURA BIZANTINA

Se llama literatura bizantina a la literatura del Imperio romano de Oriente, también conocido como Imperio bizantino. Está escrita fundamentalmente en griego, aunque ciertas obras escritas en latín, como el Corpus Juris Civilis, pueden ser también incluidas. La literatura bizantina incluye en parte la moderna literatura griega que comienza en el siglo XI.

                                                      ÉPOCA BIZANTINA

Bizancio, pequeña ciudad griega que había sido cabeza de una provincia romana, asciende de repente en el año 330 por decisión de Constantino el Grande, al rango de capital imperial se le conocía con el nombre de Constantinopla, medio siglo después el Emperador Teodosio divide su reino entre sus dos hijos, y crea dos Estados Independientes:

*El Imperio de Occidente, con Roma como capital.
*El Imperio de Oriente, con centro en Bizancio.

                                                              CARACTERÍSTICAS

Esta división no fue arbitraria, la economía, sociedad y lengua, que en la zona oriental era predominantemente griega. La cultura e incluso los ritos litúrgicos se diferenciaban mucho en las dos áreas del antiguo imperio.
La mayoría de las novelas bizantinas responden a un esquema común: dos jóvenes amantes, que desean casarse, encuentran graves obstáculos que se lo impiden (forzada separación, viajes peligrosos, naufragios, cautiverio, etc.) hasta que, finalmente, consiguen la realización de sus anhelos al encontrarse y comprobar, con satisfacción, que su amor ha permanecido fiel y se ha fortalecido en medio de tantas pruebas y contratiempos arriesgados.

Las obras adscritas a este género coinciden normalmente en los siguientes puntos temáticos:

Los protagonistas: son una pareja de amantes obligados a separarse, prometiendo antes guardar la virginidad y mantenerse fieles.

Castidad: El amor que se profesan los protagonistas es un amor casto y puro según la tradición neoplatónica que habían definido León Hebreo y Marsilio Ficcino. Como antítesis de este amor puro y casto, aparecen personajes degradados, víctimas de sus deseos y apetencias sexuales, que ponen a prueba la fidelidad de los amantes. Esta exaltación del amor casto y de los afectos puros responde a visión moralizadora de la vida que convierte a estas obras en el modelo ideal de lectura moralizante frente a la literatura caballeresca.

 Los protagonistas: son una pareja de amantes obligados a separarse, prometiendo antes guardar la virginidad y mantenerse fieles.

Castidad: El amor que se profesan los protagonistas es un amor casto y puro según la tradición neoplatónica que habían definido León Hebreo y Marsilio Ficcino. Como antítesis de este amor puro y casto, aparecen personajes degradados, víctimas de sus deseos y apetencias sexuales, que ponen a prueba la fidelidad de los amantes. Esta exaltación del amor casto y de los afectos puros responde a visión moralizadora de la vida que convierte a estas obras en el modelo ideal de lectura moralizante frente a la literatura caballeresca.

La acción argumental se plantea en forma de viajeEl mar, simboliza la idea de la inestabilidad de la vida del hombre y los obstáculos fortuitos con los que se topa a lo largo de su existencia y que debe superar. Un naufragio, una tormenta o un golpe de azar pueden provocar la separación de los dos amantes o su repentino encuentro. El objetivo del viaje es, por tanto, mostrar la fortaleza del amor de los dos amantes.
·                       La mentira, el disfraz y los engaños constituyen la estrategia utilizada por los protagonistas para alcanzar sus fines. No se considera como ejemplo de conducta negativa, sino la única vía para superar las adversidades que se les presentan a lo largo del viaje.

Entre las técnicas narrativas más relevantes están:

 Comienzo in media res, es decir, no se narran los hechos de una manera lineal, sino que se inicia la narración en un punto concreto de la trama, retrocediendo cuando es necesario dar respuestas que rellenen esos vacíos creados desde el inicio de la novela.
·                     Las novelas bizantinas están ordenadas sobre un viaje, auténtico hilo conductor de las obras. Esta estructura permite la introducción de numerosos temas y tramas secundarias dentro de la trama principal.
·                     Anagnórisis. Al final de las novelas se produce el reconocimiento de los amantes a partir de algún objeto o detalle de la niñez. Este procedimiento narrativo se denomina anagnórisis.
·                     Final feliz. El suceso concluye felizmente, como premio a los trabajos o esfuerzos de los protagonistas.
Se trata de un género de estirpe clásica. Los valores descubiertos en cuanto a la técnica narrativa: verosimilitud de la acción y descripción de espacios, verdad psicológica de los personajes, ingenio de la composición y, sobre todo, en el contenido: visión moralizadora de la vida, exaltación del amor casto y de los afectos puros promotores de felicidad, castigo del amor ilícito, abundancia de máximas y sentencias, etc., convierten a estas obras en el modelo ideal de lectura humanista frente a la invasión de la literatura caballeresca.

 El mar, simboliza la idea de la inestabilidad de la vida del hombre y los obstáculos fortuitos con los que se topa a lo largo de su existencia y que debe superar. Un naufragio, una tormenta o un golpe de azar pueden provocar la separación de los dos amantes o su repentino encuentro. El objetivo del viaje es, por tanto, mostrar la fortaleza del amor de los dos amantes.
·                       La mentira, el disfraz y los engaños constituyen la estrategia utilizada por los protagonistas para alcanzar sus fines. No se considera como ejemplo de conducta negativa, sino la única vía para superar las adversidades que se les presentan a lo largo del viaje.

Entre las técnicas narrativas más relevantes están:

 Comienzo in media res, es decir, no se narran los hechos de una manera lineal, sino que se inicia la narración en un punto concreto de la trama, retrocediendo cuando es necesario dar respuestas que rellenen esos vacíos creados desde el inicio de la nove
 Las novelas bizantinas están ordenadas sobre un viaje, auténtico hilo conductor de las obras. Esta estructura permite la introducción de numerosos temas y tramas secundarias dentro de la trama principal.
Anagnórisis. Al final de las novelas se produce el reconocimiento de los amantes a partir de algún objeto o detalle de la niñez. Este procedimiento narrativo se denomina anagnórisis.
Final feliz. El suceso concluye felizmente, como premio a los trabajos o esfuerzos de los protagonistas.
Se trata de un género de estirpe clásica. Los valores descubiertos en cuanto a la técnica narrativa: verosimilitud de la acción y descripción de espacios, verdad psicológica de los personajes, ingenio de la composición y, sobre todo, en el contenido: visión moralizadora de la vida, exaltación del amor casto y de los afectos puros promotores de felicidad, castigo del amor ilícito, abundancia de máximas y sentencias, etc., convierten a estas obras en el modelo ideal de lectura humanista frente a la invasión de la literatura caballeresca.


                                                        Novela Pastoril

Es una de las modalidades fundamentales de la prosa de ficción renacentista en España, caracterizada por su contenido idealizante y por su estética neoplatónica. La novela pastoril es un subgénero narrativo épico que se configuro históricamente en el Renacimiento. Cuenta las desventuras amorosas e unos pastores cultos e idealizados en una naturaleza idílica.

                                                    
ORIGEN
Surgio en el Renacimiento a partir de la aparicion de la Arcadia del italiano Jacopo Sannazaro. 


Tiene su origen en la literatura pastoril centrada en la égloga. Esta consistía en un diálogo en que diversos pastores idealizados se cuentan sus amores desafortunados. La égloga pastoril nació con el poeta griego Teócrito quien fue seguido por diversos poetas. Los poetas renacentistas (Garcilaso) escriben églogas,  pero es Sannazaro quien, en su Arcadia, configuró el género narrativo de tema amoroso y  pastores como protagonistas.


CARACTERISTICAS:
Tema:
La novela pastoril refleja la visión idealista y poco realista del Renacimiento y su platonismo.
La temática es siempre amorosa  (amor casto) y ofrece una visión estática e idealizada de la
naturaleza. La narración es morosa y lenta. Lo que importa fundamentalmente es el análisis de los sentimientos y pasiones de los personajes y la descripción del paisaje natural.

Tiempo y espacio
La novela pastoril está formada por narraciones interrumpidas y que suelen comenzar in medias res.
En un marco bucólico pastoril, los pastores cantan al desamor en un paisaje totalmente idealizado. Podemos encontrar los tópicos de “Beatus ille” y “Locus Amoenus”.
Personajes
Los personajes principales, son los que dan nombre a este género, es decir: uno o dos pastores que en una tarde soleada, a la sombra de un árbol y en una naturaleza idílica cuentan sus amores desdichados causados por pastoras.

Locus amoenus.

Locus amoenus (en latín, "lugar idílico" o, más cercano al original, "lugar ameno") es un término literario que generalmente refiere a un lugar idealizado de seguridad o de confort. Un locus amoenus es usualmente un terreno bello, sombreado, de bosque abierto, a veces con connotaciones de Edén. La literatura usa de este tipo de lugares imaginarios, en la literatura occidental al menos, en Homero, y se convierte en elemento de primera necesidad en obras pastorales de poetas como Teócrito y Virgilio. Horacio (en Ars poetica, 17), y los comentadores de Virgilio, como Servio, reconocen que las descripciones de los loci amoeni se han convertido en un retórico lugar común.
Parrafo caracteristico.
Parnaso, Monte sacro y celebrado, Museo de poetas deleytoso, venido al Parangon con el famoso, pareceme que estás desconsolado. Estoylo con razon, pues se han pasado las Musas y su coro glorioso  á ese que es mayor Monte dichoso, en quien mi fama y gloria se han mudado.
Dichosa fue en extremo su Diana, pues para ser el orbe mas mirada, mostró en el monte excelso su grandeza, Allí vive en su loa soberana por todo el unuiverso celebrada,
gozando celsitud, que es mas que alteza.


                                              LA NOVELA MORISCA

COMPONENTES Y CONCEPCIÓN DEL GÉNERO
En este epígrafe se incluyen las siguientes narraciones: "Historia del Abencerraje y de Jarifa", las "Guerras civiles de Granada" de Gines Pérez de Hita y la "Historia de Ozmín y de Daraja" intercalada en el "Guzmán de Alfarache" de Mateo Alemán.

Se pueden incluir numerosa novelitas intercaladas en diferentes narraciones como la "Historia de Timbrio y de Nisida" de "La Galatea", la "Historia del cautivo" del "Quijote", "Los falsos cautivos" del "Persiles" y otras con temas de cautivos en manos de moros, por los cual sólo pertenecen estrictamente al género morisco las tres obras citadas al principio.

SOBRE LA GÉNESIS Y LOS CARACTERES DE LA NOVELA MORISCA

Es un género literario típicamente hispano puesto que la principal causa motriz reside en la prolongada duración de la guerra de Granada, periodo de tiempo en el cual las relaciones fronterizas entre moros y cristianos podían llegar hasta la amistad franca. Esta novelas en parte son históricas por su ambiente y alusiones, por muchos de sus personajes, por la época y los lugares de la acción.

La concepción sublimada de lo heroico está  en relación con las novelas de caballerías, siendo idealizados en un cierto platonismo renacentista. El tema principal es el amor, por lo que se puede relacionar con la novela sentimental, aunque es más humana, siendo el papel de la mujer más activo, no es nada trágica sino optimista y de final feliz.

Son relatos de corta extensión, ideados para ser intercalados en otros más largos. Los hechos históricos constituyen el telón de fondo de la novela morisca.

Supone en gran medida la superación de los libros de caballerías y las novelas sentimentales, manteniendo un equilibrio entre las armas y el amor.

La idealización total preside su visión del mundo, el amor es siempre virtuoso, los caballeros valientes. Este idealismo procede del platonismo renacentista. Existe maurofilia y los moros son tratados en un nivel de igualdad. Son narraciones anacrónicas, ya que las costumbres y hábitos de los moros brillan por su ausencia, porque estos se comportan exactamente igual que un caballero español cristiano, produciéndose una españolización y cristianización.

La acción no sufre interrupciones y no existen disgreciones moralizantes. La estructura es líneal y plenamente renacentista. Se utiliza un lenguaje clasicista, sin excesos retóricos ni latinismo, aparecen frecuentemente arabismos. Abundan las descripciones de juegos, fiestas, torneos, jardines y vestiduras; brillantes y coloridas, minuciosas y detallistas.

                                           Conclusiones de Manifestaciones Narrativas

Picaresca: El Lazarillo de Tormes, es de autor desconocido y la primera obra picaresca de sus tiempos.
Se discute sobre su autoría, pero no hay suficientes pruebas para acreditársela a alguien en concreto.
El protagonista es el pícaro, una especie de antihéroe de la época, astuto, que roba para subsistir y que es marginado por la sociedad.
En el Lazarillo Lázaro trabaja para diferentes amos, esto sucede durante toda su vida. Con ellos aprende a ser más astuto y a desconfiar más de los demás.
Se distinguen dos elementos fundamentales: uno dinámico formado  por las aventuras y otro en cuanto a los efectos que presenta un amor puro y apasionado.
El argumento emplea el recurso de la complicación hiperbólica de las aventuras. En cuanto al tema los problemas son de fortuna y providencia, amor y castidad. El ambiente es variado, con interés por la geografía y la historia. Los personajes son generalmente una pareja, y son  fundamentales en este tipo de novelas.
Aportan tres recursos técnicos novedosos: "in media res" el relato empieza con la aparición del problema y más tarde se desentrañan los antecedentes. Al mismo tiempo va creando un presente al que, finalmente, se une un futuro con lo que se incluye un suspense.
La picaresca nace para criticar la sociedad, sobre todo a los nobles y clérigos que vivían mejor que el resto de las personas en aquellos tiempos en los que la gente pasaba hambre.


CaballeríaEs un género literario típicamente hispano puesto que la principal causa motriz reside en la prolongada duración de la guerra de Granada, periodo de tiempo en el cual las relaciones fronterizas entre moros y cristianos podían llegar hasta la amistad franca. Esta novelas en parte son históricas por su ambiente y alusiones, por muchos de sus personajes, por la época y los lugares de la acción.

La concepción sublimada de lo heroico está  en relación con las novelas de caballerías, siendo idealizados en un cierto platonismo renacentista. El tema principal es el amor, por lo que se puede relacionar con la novela sentimental, aunque es más humana, siendo el papel de la mujer más activo, no es nada trágica sino optimista y de final feliz.

Son relatos de corta extensión, ideados para ser intercalados en otros más largos. Los hechos históricos constituyen el telón de fondo de la novela morisca.

Supone en gran medida la superación de los libros de caballerías y las novelas sentimentales, manteniendo un equilibrio entre las armas y el amor.

La idealización total preside su visión del mundo, el amor es siempre virtuoso, los caballeros valientes. Este idealismo procede del platonismo renacentista. Existe maurofilia y los moros son tratados en un nivel de igualdad. Son narraciones anacrónicas, ya que las costumbres y hábitos de los moros brillan por su ausencia, porque estos se comportan exactamente igual que un caballero español cristiano, produciéndose una españolización y cristianización.

La acción no sufre interrupciones y no existen disgreciones moralizantes. La estructura es líneal y plenamente renacentista. Se utiliza un lenguaje clasicista, sin excesos retóricos ni latinismo, aparecen frecuentemente arabismos. Abundan las descripciones de juegos, fiestas, torneos, jardines y vestiduras; brillantes y coloridas, minuciosas y detallistas.

 Pastoril: Cabe preguntarse hasta qué punto tiene hoy vigencia, en el siglo XXI, el estudio de la novela pastoril en los Orígenes de la Novela. Sólo víctimas de un grave desconocimiento de la historiografía literaria del siglo XIX, podríamos trivializar la cuestión o, simplemente, obviarla. Desde nuestra posición privilegiada, cien años después del ejercicio de don Marcelino, el nuestro ha de ser un doble ejercicio de modestia que atañe a varias generaciones, de gente madura y de los que no lo son tanto. Ejercicio de modestia que estimula la memoria histórica individual y la colectiva. Por una parte, porque hemos de ajustar nuestra óptica a una realidad que representa el positivismo historicista decimonónico; por otra, –y aquí la memoria podría ser lacerante– porque serán muy pocos los investigadores de la universidad espa- ñola que, al emprender cualquier trabajo literario de envergadura no se toparan con el precedente de don Marcelino. El panorama ofrecido por MP sobre la novela pastoril no prescribe todavía; no lleva una arbitraria fecha de caducidad. Por supuesto que en este mundo nada es definitivo, pero sería exagerado decir que los planteamientos de don Marcelino sobre esta forma narrativa han sido desechados por la crítica actual; más bien debe reconocerse que, por el contrario, han sido numerosas veces transitados, en pro o en contra, con muy lúcidas interpretaciones, como puede apreciarse en la abundante bibliografía del género.

Morisca: Es un género literario típicamente hispano puesto que la principal causa motriz reside en la prolongada duración de la guerra de Granada, periodo de tiempo en el cual las relaciones fronterizas entre moros y cristianos podían llegar hasta la amistad franca. Esta novelas en parte son históricas por su ambiente y alusiones, por muchos de sus personajes, por la época y los lugares de la acción.

La concepción sublimada de lo heroico está  en relación con las novelas de caballerías, siendo idealizados en un cierto platonismo renacentista. El tema principal es el amor, por lo que se puede relacionar con la novela sentimental, aunque es más humana, siendo el papel de la mujer más activo, no es nada trágica sino optimista y de final feliz.

Son relatos de corta extensión, ideados para ser intercalados en otros más largos. Los hechos históricos constituyen el telón de fondo de la novela morisca.

Supone en gran medida la superación de los libros de caballerías y las novelas sentimentales, manteniendo un equilibrio entre las armas y el amor.

La idealización total preside su visión del mundo, el amor es siempre virtuoso, los caballeros valientes. Este idealismo procede del platonismo renacentista. Existe maurofilia y los moros son tratados en un nivel de igualdad. Son narraciones anacrónicas, ya que las costumbres y hábitos de los moros brillan por su ausencia, porque estos se comportan exactamente igual que un caballero español cristiano, produciéndose una españolización y cristianización.

La acción no sufre interrupciones y no existen disgreciones moralizantes. La estructura es líneal y plenamente renacentista. Se utiliza un lenguaje clasicista, sin excesos retóricos ni latinismo, aparecen frecuentemente arabismos. Abundan las descripciones de juegos, fiestas, torneos, jardines y vestiduras; brillantes y coloridas, minuciosas y detallistas.



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